A veces, un proyecto puede parecer enormemente rentable si se observa únicamente el monto de la inversión y los ingresos generados. Aunque, desde una perspectiva más refinada, puede acabar siendo un pésimo uso de recursos...
Por Marcelo F. Kozak
Un empresario sin demasiada formación financiera comentó durante una reunión: "¡Qué gran año! Invertimos 10 millones y facturamos 20 millones. ¡Un retorno espectacular del 100 por ciento!"
Un contador, sentado a su lado, retrucó: "¿Su estimación está considerando el impacto de la inflación? ¿Y la de los costos asociados a esos ingresos?
Por el escenario inflacionario del último año, los pesos que usted facturó valen mucho menos que los que invirtió. En dinero constante, su rentabilidad es mucho más baja de lo que usted cree.
Y no se olvide que a las ventas hay que detraerle todos los costos que usted incurre, incluyendo el impuesto a las ganancias".
Un economista se sumó a la conversación: "Además, ¿usted considera el costo de oportunidad de su capital y el riesgo asumido?
Quizá si hubiera invertido en otros proyectos, habría tenido retornos importantes con riesgos similares o menores. No quiero desalentarlo...
Pero, teniendo esto en cuenta, tal vez la rentabilidad real no sea tan espectacular como usted supone, incluso considerando la inflación y los costos que sugiere mi colega".
El orgulloso empresario quedó desorientado y hasta llegó a plantearse si estaba invirtiendo en el rubro indicado.
Así, antes de felicitarse por su éxito, usted debería considerar algunos conceptos financieros para medir la rentabilidad real de sus inversiones.
El indicador EVA (Economic Value Added) sostiene que, en un determinado período, una empresa gana dinero sólo si es capaz de generar ingresos superiores a los costos explícitos y al costo de oportunidad del capital invertido (es decir, considerando las inversiones alternativas que hubiera podido efectuar con ese dinero).
De ese modo, el EVA se aproxima bastante al concepto de ganancia descripto por la teoría económica.
EVA = Valor contable del activo x (rentabilidad del activo - costo promedio del capital)
Sin embargo, el EVA es una medida de performance histórica que no captura la potencialidad de una empresa de generar ingresos futuros. Tampoco es capaz de contabilizar ganancias extraordinarias obtenidas por una empresa en el período en cuestión.
Así, aparece un concepto superador del EVA, el MVA (Market Value Added) que compara el valor intrínseco de las acciones de una firma, contemplando la expectativa de generación de fondos futuros y lo compara con el capital invertido por los accionistas (y el costo de oportunidad de ese capital).
El valor intrínseco de las acciones de una empresa listada en Bolsa puede estimarse sencillamente por la cotización de esas acciones en el mercado.
En el caso de firmas que no cotizan en Bolsa, el valor del equity puede estimarse por diversos métodos, siendo el más correcto técnicamente el flujo de fondos futuros descontado para los accionistas.
Luego, al valor del equity de la empresa se resta el capital que aportaron los accionistas contemplando el costo de oportunidad del capital. Así, queda definida la fórmula del MVA:
MVA = Valor estimado de las acciones de la compañía – capital invertido por accionistas (contemplando el costo de oportunidad)
Si el MVA es positivo, la firma ha creado valor. Si es negativo, la empresa ha destruido parte del valor aportado por sus accionistas.
Ahora bien, los especialistas en finanzas saben que éstas son las formas correctas de medir el valor de una firma, proyecto o cualquier clase de inversión.
Sin embargo, lo cierto es que mucha gente las ignora (incluso a niveles gerenciales de corporaciones de relevancia).
La difusión de esos conceptos entre managers y empleados no es tarea sencilla: lograr que se incorporen criterios de identificación de iniciativas rentables de las no rentables dentro de un determinado riesgo que la empresa quiere asumir para desarrollar su negocio demanda tiempo y esfuerzo.
El propio hombre de negocios tiene una gran capacidad para detectar oportunidades en el mercado y generar valor. Pero no necesariamente está adiestrado en la valuación de probabilidades de generar valor y su cuantificación.
Y el desconocimiento de estos conceptos puede inducirlo a tomar decisiones de inversión equivocadas.
Incluso, en muchos casos, no existe un patrón común compartido por accionistas y altos directivos a la hora de medir la creación de valor. Así, un mismo proyecto puede parecer rentable para un ejecutivo pero destructor de valor a los ojos del accionista.
Por lo tanto, una gestión exitosa exige que el top management defina los indicadores que serán considerados válidos a la hora de decidir la factibilidad económica de un proyecto.
Esto no puede lograrse con el análisis de un solo indicador sino que es necesario desarrollar un conjunto de KPIs operacionales y económicos-financieros para tener una visión integral de los negocios y ser concientes del riesgo asumido en la gestión empresaria.
Sólo así, podrán asegurarse de que los proyectos que emprenden son económicamente rentables.
Las organizaciones que, a lo largo del tiempo, han tenido una performance financiera por encima del promedio son aquellas que aplican rigurosos métodos de control de sus proyectos, convirtiendo las oportunidades que identifican en verdaderas fuentes de valor que pueden medirse con el aumento del precio de sus acciones.
Marcelo F. Kozak
Contador público. Director de Reporte Contable y Cumplimiento SOX en el Grupo Telecom. Fue profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA y profesor invitado de la Universidad de San Andrés, Universidad Torcuato Di Tella y la Universidad Austral. Autor de "Telefonía Celular: gestión y valoración" (2007). Editorial Temas. mkozak@ta.telecom.com.ar
Fuente: http://www.materiabiz.com/
Un empresario sin demasiada formación financiera comentó durante una reunión: "¡Qué gran año! Invertimos 10 millones y facturamos 20 millones. ¡Un retorno espectacular del 100 por ciento!"
Un contador, sentado a su lado, retrucó: "¿Su estimación está considerando el impacto de la inflación? ¿Y la de los costos asociados a esos ingresos?
Por el escenario inflacionario del último año, los pesos que usted facturó valen mucho menos que los que invirtió. En dinero constante, su rentabilidad es mucho más baja de lo que usted cree.
Y no se olvide que a las ventas hay que detraerle todos los costos que usted incurre, incluyendo el impuesto a las ganancias".
Un economista se sumó a la conversación: "Además, ¿usted considera el costo de oportunidad de su capital y el riesgo asumido?
Quizá si hubiera invertido en otros proyectos, habría tenido retornos importantes con riesgos similares o menores. No quiero desalentarlo...
Pero, teniendo esto en cuenta, tal vez la rentabilidad real no sea tan espectacular como usted supone, incluso considerando la inflación y los costos que sugiere mi colega".
El orgulloso empresario quedó desorientado y hasta llegó a plantearse si estaba invirtiendo en el rubro indicado.
Así, antes de felicitarse por su éxito, usted debería considerar algunos conceptos financieros para medir la rentabilidad real de sus inversiones.
El indicador EVA (Economic Value Added) sostiene que, en un determinado período, una empresa gana dinero sólo si es capaz de generar ingresos superiores a los costos explícitos y al costo de oportunidad del capital invertido (es decir, considerando las inversiones alternativas que hubiera podido efectuar con ese dinero).
De ese modo, el EVA se aproxima bastante al concepto de ganancia descripto por la teoría económica.
EVA = Valor contable del activo x (rentabilidad del activo - costo promedio del capital)
Sin embargo, el EVA es una medida de performance histórica que no captura la potencialidad de una empresa de generar ingresos futuros. Tampoco es capaz de contabilizar ganancias extraordinarias obtenidas por una empresa en el período en cuestión.
Así, aparece un concepto superador del EVA, el MVA (Market Value Added) que compara el valor intrínseco de las acciones de una firma, contemplando la expectativa de generación de fondos futuros y lo compara con el capital invertido por los accionistas (y el costo de oportunidad de ese capital).
El valor intrínseco de las acciones de una empresa listada en Bolsa puede estimarse sencillamente por la cotización de esas acciones en el mercado.
En el caso de firmas que no cotizan en Bolsa, el valor del equity puede estimarse por diversos métodos, siendo el más correcto técnicamente el flujo de fondos futuros descontado para los accionistas.
Luego, al valor del equity de la empresa se resta el capital que aportaron los accionistas contemplando el costo de oportunidad del capital. Así, queda definida la fórmula del MVA:
MVA = Valor estimado de las acciones de la compañía – capital invertido por accionistas (contemplando el costo de oportunidad)
Si el MVA es positivo, la firma ha creado valor. Si es negativo, la empresa ha destruido parte del valor aportado por sus accionistas.
Ahora bien, los especialistas en finanzas saben que éstas son las formas correctas de medir el valor de una firma, proyecto o cualquier clase de inversión.
Sin embargo, lo cierto es que mucha gente las ignora (incluso a niveles gerenciales de corporaciones de relevancia).
La difusión de esos conceptos entre managers y empleados no es tarea sencilla: lograr que se incorporen criterios de identificación de iniciativas rentables de las no rentables dentro de un determinado riesgo que la empresa quiere asumir para desarrollar su negocio demanda tiempo y esfuerzo.
El propio hombre de negocios tiene una gran capacidad para detectar oportunidades en el mercado y generar valor. Pero no necesariamente está adiestrado en la valuación de probabilidades de generar valor y su cuantificación.
Y el desconocimiento de estos conceptos puede inducirlo a tomar decisiones de inversión equivocadas.
Incluso, en muchos casos, no existe un patrón común compartido por accionistas y altos directivos a la hora de medir la creación de valor. Así, un mismo proyecto puede parecer rentable para un ejecutivo pero destructor de valor a los ojos del accionista.
Por lo tanto, una gestión exitosa exige que el top management defina los indicadores que serán considerados válidos a la hora de decidir la factibilidad económica de un proyecto.
Esto no puede lograrse con el análisis de un solo indicador sino que es necesario desarrollar un conjunto de KPIs operacionales y económicos-financieros para tener una visión integral de los negocios y ser concientes del riesgo asumido en la gestión empresaria.
Sólo así, podrán asegurarse de que los proyectos que emprenden son económicamente rentables.
Las organizaciones que, a lo largo del tiempo, han tenido una performance financiera por encima del promedio son aquellas que aplican rigurosos métodos de control de sus proyectos, convirtiendo las oportunidades que identifican en verdaderas fuentes de valor que pueden medirse con el aumento del precio de sus acciones.
Marcelo F. Kozak
Contador público. Director de Reporte Contable y Cumplimiento SOX en el Grupo Telecom. Fue profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA y profesor invitado de la Universidad de San Andrés, Universidad Torcuato Di Tella y la Universidad Austral. Autor de "Telefonía Celular: gestión y valoración" (2007). Editorial Temas. mkozak@ta.telecom.com.ar
Fuente: http://www.materiabiz.com/
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