El Central tuvo que salir a frenar el dólar
Decíamos el domingo pasado que, aunque al Gobierno podría gustarle –o convenirle– un dólar más alto y compensar rápidamente la baja de las reservas que provocaría el pago al Club de París, difícilmente el Central se lanzara a comprar divisas –como lo había hecho con apuro tras el pago al FMI– por la presión que generaría sobre el resto de las variables de la economía.
Sin embargo, el Central apareció a comienzos de la semana adquiriendo dólares en el mercado de contado, aunque vendiendo en simultáneo en el de futuros. La intención no era subir las cotizaciones sino mostrar reservas más altas. Pero el mercado respondió con una redoblada demanda mientras los exportadores ofrecían lo menos posible a la espera de vender a precios más altos. Los inversores se encontraron así con un doble motivo para deshacerse de sus bonos: un increíble cálculo del INDEC para la tasa de inflación de agosto, y el temor a que el valor de los títulos, expresado en dólares, se encogiera aún más.
La reacción fue: derrumbe de los bonos, a pesar de la estrategia de Economía de intentar sostener el precio con licitaciones de recompra, y en paralelo, fuertes presiones sobre la cotización del dólar.
El Central no tuvo más remedio que salir a vender muy fuerte no solo a futuro sino también al contado. La desconfianza es tanta que gran parte de los compradores no se conformaban con asegurarse el precio a futuro. Querían los dólares en su poder. Lo llamativo es que para comprar un día unos pocos millones de dólares ahora el Central tiene que vender ahora divisas por volúmenes mucho mayores. Y además se acentuó la baja de los títulos públicos.
Un costo que perjudica a todos La cotización de los bonos no afecta sólo a quienes invirtieron en ellos o a quienes se vieron obligados a aceptarlos del Estado.
Pensemos que si baja el precio de los bonos, sube su TIR o tasa de rendimiento. Y esa tasa gobierna la economía, por eso el Gobierno no puede desentenderse de la baja de sus títulos. Si quiere colocar deuda, nadie le pedirá menos que esa tasa.
Y lo mismo le sucederá al crédito de las empresas y los particulares.
Para éstos, sube el costo de financiar el consumo y el crédito para la vivienda se aleja cada vez más.
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